Búsqueda, 5(20):-108; Enero-Junio, 2018. e-ISSN 2500-5766 DOI: 10.21892/01239813.394
Angel Emilio Muñoz-Cardona
angel@esap.gov.co
https://orcid.org/0000-0001-5008-0983
https://www.researchgate.net/profile/Angel_Emilio_Munoz_Cardona
Escuela Superior de Administración Pública, Medellín, Colombia
Para la economía clásica, la felicidad general es entendida como el disfrute de la calidad de vida que tienen todos los habitantes de una nación o territorio. Por lo tanto, el objeto de la presente investigación es entender el concepto de “felicidad general” a través de un caso práctico en la ciudad afrodescendiente de Quibdó. Para lograrlo, la investigación desea conocer qué tan felices son los jóvenes universitarios y adolescentes de undécimo grado de la capital afrodescendiente en Colombia. Para tal efecto, se realizaron doscientos cincuenta cuestionarios, bajo el método de análisis multivariado, con un nivel de confianza del 95% y un margen de error del 5%. La investigación concluye la existencia de una felicidad subjetiva pero no social o intersubjetiva.
Palabras clave: felicidad social, gobernanza, igualdad, libertad, simpatía, utilitarismo.
For the classical economists, the general happiness is understood as the enjoyment of the quality of life that have all the inhabitants of a nation or territory. Therefore, the purpose of this research is to understand the concept of general happiness through a case of study in the Afro-descendant city of Quibdo. To achieves it, the research wants to know how happy are the university students and teenagers of the eleventh grade of the Afro-descendant capital in Colombia. For this purpose, 250 surveys were conducted, using the multivariate analysis method, with a confidence level of 95% and a margin of error of 5%. The investigation concludes the existence of a subjective happiness but not social or intersubjective happiness.
Keywords: equality, freedom, governance, social happiness, solidarity, utilitarianism.
Recibido: 23-02-2018; Aceptado: 29-05-2018; Publicado: 05-06-2018
Los sentimientos morales de cordialidad y de solidaridad se reconocen como condición necesaria e imprescindible para la construcción de una nación civilizada, es decir, en el reconocimiento mutuo de los seres humanos iguales, con los mismos derechos de la persona, sin importar el género, la etnia o color de piel. En este sentido, cuando los seres humanos se encuentran en pie de igualdad, cuando se establecen relaciones cordiales y solidarias, es posible la armonía social, que garantiza la felicidad generalizada de los miembros de la comunidad, hermanados por los lazos de la mutua simpatía (Stuart y Mill, 2002; Stuart, 2005).
Este autor concibe el apoyo social que una comunidad de personas puede dar a una propuesta de cambio público, la cual solo es posible si en ella se ven identificados, representados e incluidos todos los ciudadanos. Pero para que la simpatía como principio de acción democrática y solidaria sea posible, ha de ser enseñada en sus valores de formación social y civil; de tal manera que si la propuesta es la de mejorar la calidad de vida de cierta parte de la población, pueda ser apoyada por otros miembros de otras comunidades, así ellos no se vean beneficiadas directamente o así los actuales líderes políticos de la administración pública no hayan sido elegidos por dichas comunidades en época de campaña electoral.
Existen retos en el orden legislativo, por cuanto las normas democráticas emanan del interés común y no de los intereses competitivos de las organizaciones empresariales o de los líderes políticos con afanes de poder público. Así también retos en la formación de la simpatía internacional, por cuanto promulgan la defensa de la dignidad del ser humano, independientemente de su origen étnico, de sus tendencias políticas, de los avances o atrasos de la nación que provienen, como bien lo afirma Guisan (2004).
Para Smith (1997), la simpatía es un sentimiento natural o innato en el ser humano, que se fortalece y se amplía conforme avanzan los desafíos sociales y las experiencias del buen vivir; es decir, un sentir de simpatía por el otro que se amplía, se aprehende y que mejora con el servir. Esto plantea a la sociedad nuevos retos legales en la elaboración de normas generales de conducta integradora, que hacen posible la justicia, el apoyo y el consenso ciudadano de las normas. De ahí que el comportamiento moral de los individuos haya de estar sustentado en una educación temprana generalizada de los valores –del deber con el otro–, en el trabajo comunitario, en el respeto a la igualdad de género y a la libertad, como garantías sine qua non en la conformación de una buena organización comunitaria. Para ello, el Estado ha de ser el principal garante, promotor y servidor en la formación de valores comunitarios entre las clases sociales más pobres y menos educadas (Smith, 1994). Dicha formación en los valores ha de ser tan popular y generalizada que se convierta en cultural; en algo natural llevado a cabo por los seres humanos.
La correcta educación en la formación de la simpatía social, así como en la cultura del respeto por el otro ser sintiente, la igualdad, la equidad, la justicia social y la conciencia civil y ciudadana se basa en tres principios fundamentales descritos por Mill (Citado en Muñoz, 2015). En primer lugar, en la simpatía de lo ideal, del deber ser social agradable y emocionante, lo cual es posible a través de las historias de grandes hombres y mujeres como Hipatia de Alejandría, quienes ofrendaron su vida para bien de toda la humanidad, de mitos literarios como La Odisea, de epopeyas de grandes héroes nacionales como William Wallace o de la lectura de libros clásicos como Don Quijote de la Mancha, donde se narran ejemplos de vida que han dado a la humanidad o a un pueblo su grandeza. En segundo lugar, el Estado deberá preocuparse por ofrecer a las clases sociales más pobres o desfavorecidas la experiencia de vivir y disfrutar lo que es una vida agradable o placentera; enseñar a las familias más pobres el control de las pasiones como fundamento de libertad; mostrar cuáles son los placeres y los medios para llevar una vida ordenada, tranquila y pacífica, y enseñar el sentimiento de solidaridad para el logro del bien común, la responsabilidad económica de ser padres y el dominio de las pasiones. Para lograr esto, el Estado deberá hacer inversiones en programas que hagan que los más vulnerados se sientan personas dignas, capaces de lograr la autorrealización a través de la formación de las capacidades sociales y laborales. De ahí la importancia de conservar la inversión pública en bibliotecas, museos y centros educativos, medios de transporte público como el Metro, Metrocable y las escaleras eléctricas en los barrios más pobres de la ciudad. En tercer y último lugar, el Estado debe fomentar la creación de programas de empoderamiento empresarial en las clases sociales pobres y fomentar los principios de los sentimientos de simpatía, de ayuda mutua y solidaria. Las clases sociales pobres, al unir sus conocimientos, habilidades y destrezas, pueden llegar a ser propietarios de empresas cooperativas, solidarias o asociativas. El Estado debe promover y apoyar ideas de emprendimiento dentro del barrio, para así mejorar los entornos de educación social e identitarias de cada ser humano con la comunidad, con estímulo de la igualdad social; con un mismo sentir de prosperidad para sí como para los suyos y todos aquellos que le rodean.1
El logro de estos tres fundamentos de educación mejora los anhelos de desarrollo solidario, así como las condiciones psicológico-sociales del sentimiento de igualdad. Por tanto, fomenta el apoyo mutuo, en pro de un bienestar general, como lo plantea Dávila (2004), quien ve en la conformación de cooperativas locales el motor de impulso a la generación de nuevas ideas empresariales y, por ende, al desarrollo económico regional. Esto será lo que diferencia una sociedad civilizada de una sociedad atrasada o incivilizada; una sociedad incluyente de una sociedad excluyente y rival; una economía extractiva de una economía inclusiva o social.
Del bien humano en general
Todo arte e investigación científica, igual que toda acción y elección, parecen tender a algún bien. Por ello, se definió el bien social como aquello a lo que todas las cosas, actos e instituciones aspiran, de modo que el fin de la medicina es la salud; el de la estrategia, la victoria; el de la ciencia económica, la riqueza. Asimismo, la ciencia política determina cuáles son las ciencias necesarias en las ciudades y cuáles son las que cada ciudadano debe aprender; al punto de ser ella, por excelencia, el bien humano, y por más que este bien sea el mismo para el individuo y la ciudad, es mayor y perfecta la gestión y salvaguardia del bien de la ciudad (Aristóteles; citado en Gómez, 2004).
De esta manera, el bien al cual tiende la ciencia política es la felicidad general de todos los hombres como dignidad en la calidad de vida buena. Asimismo, lo comprendieron Smith (1997) y Stuart (2002), al afirmar, al igual que Aristóteles (citado en Gómez, 2004), que el papel de la política económica es la búsqueda del bien general o de la felicidad social, es decir, lo que es posible de alcanzar cuando la riqueza es mejor distribuida en goce de todos los ciudadanos de mayor y menor fortuna. Pero, ¿qué es la felicidad? Para algunos la felicidad es algo manifiesto y visible como el placer, la riqueza y el honor. Para otros, la felicidad está en el bien del que más carecen, por ejemplo, para el enfermo, la salud; para el que vive en la inopia, la riqueza; para el que sufre de soledad, la compañía de otro ser viviente; para el que siente la necesidad de humanidad, la bondad; para el creyente, el cumplimiento de los preceptos de su fe religiosa. He ahí las razones que explican por qué todo ciudadano debe ser educado en sus hábitos morales de lo que es bueno y justo para todos, de todo lo que atañe a la cultura política.
Sin embargo, el bien y la felicidad pueden no tener el mismo sentido entre los distintos ciudadanos que habitan e integran la ciudad. El bien y la felicidad son concebidos, por lo común, a imagen del género de vida que a cada cual es propio. La multitud y los más vulgares ponen el bien supremo en el placer, y por eso aman la vida voluptuosa. ¿Qué es entonces el bien general? Lo que beneficia a todos los ciudadanos en comunidad, lo que les mejora en la dignidad de personas, en el disfrute de bienes de uso común para una vida buena y de calidad. Pero, el mismo bien público o común de satisfacción no es para todos igual, ya que no todos los habitantes de una misma ciudad poseen las mismas necesidades, bien por el conjunto de ingresos que poseen, por el azar, por las capacidades naturales o adquiridas que cada grupo social posee o, simplemente, por el clima y los arraigos culturales (Muñoz, 2015).
La felicidad pública no deriva del azar o de la riqueza, sino de la virtud altruista de todos los ciudadanos, de ahí que el fin de la política sea la búsqueda del bien supremo, es decir, procurar que los ciudadanos de tal condición sean buenos, porque son obradores de buenas acciones. La felicidad para un ser de naturaleza social no consiste en una actividad, en el arte de vivir bien junto con otros y en el bien de todos. Si las actividades rigen la vida, como dijimos, ningún hombre venturoso llegará a ser desgraciado, pues nunca hará lo que es odioso y vil a los demás (Aristóteles; citado en Gómez, 2004). Si bien los actos dominan soberanamente la vida, ningún hombre feliz podrá volverse miserable, pues no obrará jamás lo aborrecible y ruin. El hombre verdaderamente bueno y sensato llevará con buen semblante todos los accidentes de la fortuna y sacará siempre el mejor partido de las circunstancias en bien de sí y de muchos otros. La felicidad pertenece a las cosas venerables y perfectas, por lo tanto, la virtud que se debe considerar es la humana, ya que el bien y la felicidad que se busca son el bien humano y la humana felicidad. El fin de la política como arte del bien público es el logro de la felicidad de todos los ciudadanos.
Las virtudes no nacen en nosotros, sino que siendo nosotros naturalmente capaces de recibirlas, las perfeccionamos en nosotros por la costumbre o fuerza de la experiencia. No por mucho ver u oír adquirimos las facultades sensibles, por el contrario, nos servimos de ellas porque las tenemos, y no a la inversa que las tengamos como resultado de su uso. […] Las virtudes las adquirimos ejercitándonos en ellas […] Nos hacemos justos practicando la justicia […]; de allí que en las ciudades los buenos legisladores son los que hacen que los ciudadanos practiquen buenos hábitos, y en eso consiste la intención de todo legislador. Los legisladores que no hacen bien esto yerran el blanco, en ello se diferencian los buenos de los malos gobiernos (Aristóteles; citado en Gómez, 2004, p. 289).
En otras palabras, la debida instrucción, con el debido ejemplo, forman el “ministerio público del bien”. La virtud es esa cierta disposición del sujeto ante la vida; no es algo innato en el ser humano, sino algo que debe de ser adquirido (Aristóteles; citado en Cervera Tort, 2012), es decir, que nace de la correcta formación, de aquello que está en función de querer mejorar sus condiciones de vida, de superación consigo mismo junto con los demás, de las interrelaciones sociales que le ayudan a ser mejor persona. Por lo tanto, no es la reacción natural ante ciertos eventos sino la reacción adecuada, consciente, razonada de lo que es mejor para todos, es decir, de aquello que es bueno tanto para el progreso como individuos, como para el de la sociedad.
No somos felices viviendo una vida ascética, ni tampoco viviendo una vida de amor exclusivo al dinero como lo creía el Rey Midas de la mitología griega. Vivimos una vida plena, más feliz, cuando disfrutamos de la comodidad de los bienes que da el dinero y cuando se aprecia al otro ser humano como sujeto de iguales derechos de bienestar, cuando sabemos conjugar la temperancia con placer por el disfrute (Guisan, 2004).
Para la economía de las sociedades contemporáneas, la felicidad tiene que ver con el bienestar alcanzado por la población en términos de bienes públicos fundamentales, con el aprovechamiento del tiempo de ocio y del placer, y con el logro de la autorrealización o de ciertos proyectos de vida.
A través de la búsqueda del significado de la palabra “felicidad” en diccionarios de lengua hispana e inglesa se encuentra lo siguiente:
El Diccionario de la Real Academia Española en la versión digital de su vigésimo segunda edición define la felicidad como un «estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien» y en el artículo enmendado del avance online de la vigésimo tercera edición, es definida como un «estado de grata satisfacción espiritual y física». El Oxford Dictionary, uno de los principales diccionarios de referencia en lengua inglesa, define la felicidad (happiness) como «el estado del ser feliz» y el sustantivo feliz (happy) como «el sentimiento o muestra de placer o satisfacción» (Cervera Tort, 2012, p. 7).
Felicidad urbana
Con Kant (citado en Cervera Tort, 2012), la ética deja de ser una disciplina teleológica para centrarse en la norma, el reconocimiento de los principios, derechos y deberes, es decir, que la ética del bien general o de la felicidad social deja de ser el fin último del ser humano para ser un proceso que se conquista socialmente; se forma y se desarrolla desde las relaciones del ciudadano con el Estado. Sin embargo, aún en las sociedades contemporáneas sometidas a la inestabilidad laboral y económica, a la violencia y pérdida de bienestar en salud, no es nada despreciable el número de seguidores religiosos que asocian felicidad al gozo de fe en un dios. Por su parte, el éxito económico fruto del conocimiento y de la habilidad estratégica para hacer negocios asocia la felicidad con el bienestar material o tenencia de bienes suntuosos.
El pensamiento de Bentham (1879) y Stuart (2002) de lograr “La máxima felicidad posible para el mayor número de personas posibles” ha despertado el interés de la felicidad desde los parámetros de utilidad y altruismo. Pero aún más recientemente, se asocia la utilidad clásica del utilitarismo con el altruismo de amor al otro ser humano; altruismo fruto de la simpatía y la solidaridad comunitaria en bien de todos los comunitarios, del ejercicio de lo que es razonable porque es humanamente bueno y es humanamente bueno porque nos dignifica a todos como seres humanos. Si un ser humano vive bajo condiciones mínimas soportables y es aceptado por todo el resto de seres humanos, entonces el valor de lo humano se deprecia, pierde valor; eso es a lo que Guisan (2004) llama “la ética mira a la izquierda”.
Guisan (2004) afirma que el éxito de la felicidad que disfrutan los finlandeses está en que ellos saben trabajar de manera colectiva en pro de un objetivo común específico; saben cooperar. En otras palabras, como afirma Halonen (citado en Oxley, 2018), en la ciudad Finlandesa de Helsinki “No se mira a la gente como superiores o inferiores, todos se miran al mismo nivel, como seres humanos iguales” (s.f.), lo que hace de Helsinki una ciudad limpia, funcional, diseñada para la gente y visiblemente prospera. La prosperidad, también se mide en el apoyo ciudadano a sus empresas, que son las que tributan al bienestar de Finlandia, de ahí que en el Día Nacional de la Envidia, se muestra a la comunidad cuál es la empresa que más impuestos aporta a la prosperidad de las ciudades y de la nación.
De igual manera, los gobernantes finlandeses son conscientes de que las políticas gubernamentales de inversión en el crecimiento social y económico deben tener continuidad, de allí que los sucesivos gobiernos tomen decisiones responsables sobre grandes inversiones industriales y de infraestructura cuyos beneficios sociales multiplican en mucho el esfuerzo. En las últimas décadas, Finlandia se ha convertido en un país de alta tecnología gracias a inversiones récord en investigación y desarrollo que desde la década de 1990 se acercan al 4% del producto interno bruto (PIB) (Oxley, 2018).
Para el utilitarismo, la felicidad compete no solo al nivel individual, sino también al social, por lo que han intentado demostrar que al ser el ser humano por naturaleza un ser del conjunto, la felicidad toma más sentido de esfuerzo y de unidad en la más perfecta forma de altruismo cuando logra el bienestar general o la felicidad de la comunidad. Asimismo, los utilitaristas, pretendieron convertir la moral en ciencia a través de la formulación de métodos con los que pudieran evaluarse los placeres, con el fin de que en cada caso pudiera decirse cuál debería ser preferido –en el caso de Bentham, o Mill– para jerarquizarlos en función de su utilidad general; es decir, su importancia a la hora de proporcionar felicidad (Citado en Cervera Tort, 2012). Por tanto, para el utilitarismo, la felicidad urbana solo es posible cuando los individuos alcanzan el cubrimiento de los servicios básicos fundamentales que ellos demandan y un cierto grado de prosperidad presente.
Cervera Tort (2012) afirma que en las sociedades en las que se ha logrado un cierto grado de bienestar, es posible que surja la pregunta sobre la felicidad ya no solo vinculada al bienestar material o a la satisfacción individual, sino en relación al sentido o la finalidad de la vida, como razón y finalidad del hacer político y económico en el progreso humano y social.
En sociedades como la inglesa, escocesa, neerlandesa, butanesa y dinamarquesa, la reflexión sobre la finalidad de la vida tiene más fuerza porque sus ciudadanos disfrutan de grandes economías del bienestar a partir del fuerte desarrollo de sus economías de mercado (con excepción de Bután). En Inglaterra, por ejemplo, la administración pública creo el Ministerio de la Soledad en el 2018, encaminado a atender los problemas de soledad que viven más de nueve millones de personas de todas las edades a consecuencia de los altos desarrollos tecnológicos y de las telecomunicaciones, contexto en el que las relaciones son más virtuales y menos físicas, tal y como lo muestra la obra cinematográfica de Spike Jonze Her. A su vez, el Reino Unido trabaja en el valor de la conservación y manejo responsable de los recursos naturales.2
Bután posee un indicador de felicidad basado en el progreso humano, tanto en lo económico como en lo político y social. En términos económicos, está principalmente la seguridad laboral y el disfrute de bienes fundamentales en servicios públicos, tales como: salud, acueducto, educación, recolección de basuras, medio ambiente, vivienda, trabajo y cultura. En términos políticos está la participación ciudadana en el desarrollo local, en la ejecución de obras que beneficie a todos, en la socialización de la importancia de las obras de interés público, en la transparencia en el manejo de recursos públicos y en el buen ejemplo de los gobernantes.
La felicidad de los ciudadanos de los países como Escocia y Dinamarca se mide a partir de indicadores de desarrollo humano en lo social, ambiental y en lo económico, bienes que en su conjunto definen el grado de felicidad, es decir, la felicidad no solo en términos del bienestar material sino también en el diseño de ciudades para la gente, para el encuentro cordial, para la movilidad de los seres humanos y sus mascotas y para el disfrute ambiental. Ciudades cordiales en las que la satisfacción y el bienestar de los ciudadanos priman sobre la utilidad particular o corporativa. En otras palabras, el logro del bienestar ciudadano es el objeto principal de la actividad política que ejercen representantes del Gobierno, líderes sociales y comunidad en general; sin que ello signifique el abandono de las economías de mercado; por el contrario, se fortalecen para el beneficio de todos, con mejor justicia distributiva y conmutativa.
Los términos “felicidad”, “satisfacción”, “bienestar” y “realización”, entre otros, se entrecruzan en el Informe sobre la felicidad mundial, cuyos estudios coinciden en evaluar, con mayor o menor profundidad, los distintos factores tanto individuales como sociales que pueden influir en la percepción de lo que es felicidad (Cervera Tort, 2012), por ejemplo: nivel socioeconómico del entrevistado, estado civil, satisfacción con la situación familiar, con el trabajo que realiza, con el acceso a servicios fundamentales básicos, con el disfrute del tiempo libre, la política, la religión que profesa, los amigos y el vecindario.
Los finlandeses, afirma Van Parijs (citado en Kanerva, 2018), han sido formados en el amor al trabajo y en la creatividad, por lo que dedican tiempo a innovar y hacer realidad sus sueños. Ellos no soportan gastar su tiempo en no hacer nada, por eso cuando reciben las ayudas estatales se dedican a hacer cosas útiles para sí y los demás, cosas que los dignifiquen, porque confían en sí mismos y han sido educados para ser independientes, amarse a sí mismos, a valorarse como personas sintientes e iguales, a ser cívicas, a tener vergüenza, a ser responsables con el manejo de los recursos públicos, a disfrutar del trabajo duro, a crear sus propios negocios de acuerdo a sus capacidades reales de creatividad. En otras palabras:
La condición del pobre tiene que dejar de ser objeto de deseo y envidia para el trabajador independiente. Hay que facilitar ayuda; no debe permitirse la inanición; los niveles mínimos de vida y de salud tienen que estar a disposición de cuántos lo soliciten; pero todos los que son capaces de trabajar deben ser atendidos en términos tales que hagan que la necesidad de aceptarlos sea considerada como una desgracia […] con este fin, solo debe concederse ayuda a cambio de trabajo, y un trabajo, por lo menos, tan molesto y difícil como el menos afortunado de los trabajadores independientes (Mill, 1834, p. 361).
En países como Finlandia, el Estado asistencialista no le resta dignidad ni libertad al ciudadano, por el contrario, el gasto público fortalece la dignidad y la libertad de sus ciudadanos; no los vuelve dependientes o mendigos, por el contrario, les fortalece en sus capacidades. De allí que el subempleo como indicador de felicidad en Finlandia sea muy bajo, lo que quiere decir que el individuo se siente a gusto con el trabajo que realiza, se encuentra bien ubicado, logra en buena medida su autorrealización. Si bien la felicidad no es un concepto fácil de definir por las variadas formas de subjetividad presente en los individuos, sí es posible buscar una manera social de conseguirla, en otras palabras, en su carácter político de ser lograda o alcanzada por comunidades y ciudades. La felicidad de la ciudad está relacionada con el progreso de los ciudadanos en la unión social para el logro de objetivos comunes, tal y como lo pensaba Aristóteles (citado en Gómez, 2004), en el bienestar económico y en el avance social, es decir, en formas de vida solidaria y respetuosa con la diferencia, lo que también incluye las capacidades y la oportunidad de poder mostrarlas.
En la celebración de los cincuenta años de fundación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), se lanzó el Índice para una Vida Mejor (Better Life Index), el cual, desde entonces, se calcula para 34 países miembros de la organización. Esto incentivó a nivel mundial la discusión sobre las diferencias en los significados de crecimiento económico y progreso social. Una comunidad puede tener crecimiento económico, por concentración de capital, pero no desarrollo social por ausencia de justicia distributiva y conmutativa. De allí que en el cálculo del PIB per cápita como indicador de bienestar social, es necesario tomar en cuenta otras variables como la calidad del medio ambiente, la vida en comunidad y la calidad en las condiciones de existencia, en otras palabras, la calidad de vida en general.
¿Cómo medir la felicidad social?
Uno de los índices más usados para medir el grado de felicidad de los países es el Happy Planet Index realizado por el New Economics Foundations (NEF). A este se han añadido otros como el Social Progress Index de Michael Porter. Pero aún más recientemente, economistas del utilitarismo o de la utilidad social entienden el concepto de “bienestar de la comunidad” como satisfacción de condiciones de vida digna, en otras palabras, lo que llaman “felicidad general”, por lo que ven en el Índice de Felicidad Bruta (IFB), propuesto por Bután, en comparación al indicador de crecimiento económico del PIB, uno de los más completos (Citado en Stiglitz, Sen y Fitoussi, 2008).
Otro de los indicadores de felicidad más usados es el Pemberton Happiness Index, el cual posee dos componentes de medida: uno referido al bienestar social en términos del disfrute de bienes materiales y otro a la suma de experiencias positivas y negativas vividas; incluso toma en cuenta la cultura. Es decir que el Índice de Pemberton construye para cada país un indicador cultural de felicidad diferente, por lo que este no realiza las mismas preguntas en todos los países o regiones sobre la felicidad, ya que ve en lo cultural una manifestación de la felicidad de gran peso de correlación estadística (r). Por ejemplo, hay poblaciones más religiosas que otras, por lo que su percepción en la preservación de sus tradiciones ideológicas arroja un () (Vásquez, 2014).
La economía del bienestar, desde la nueva gestión pública, basada en los principios del bienestar general, se centra en los mejoramientos de las condiciones de vida de la población y de vida buena dentro de las ciudades; en otras palabras, en las inversiones públicas para la movilidad, el disfrute de recursos naturales, en espacios para el encuentro de experiencias y nuevos conocimientos. Esto es lo que Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (1994) llaman “desarrollo a escala humana” –tanto de las condiciones del hábitat como de las relaciones interpersonales con los vecinos–, o lo que Maslow (2008) denomina las “oportunidades de autorrealización” (Citados en Stiglitz, 2014).
El utilitarismo evalúa la satisfacción de la población con los gobiernos, es decir, con la transparencia de las instituciones públicas encargados de la administración de los recursos públicos, con el disfrute y conservación de los recursos naturales (Stiglitz, 2002).
La felicidad desde el punto de vista de la economía del bienestar se centra en los mejoramientos de las condiciones de vida y de vida buena de la población; esto es, del acceso a bienes públicos fundamentales, de las condiciones del hábitat o de relación con los vecinos, de las oportunidades de autorrealización, pero a esta hay que sumarle los valores públicos o de satisfacción con el Gobierno.
La felicidad como concepto social dista de la felicidad personal en tanto que la primera evalúa de manera macroeconómica la satisfacción de la población en el disfrute de bienes comunes a presente como a futuro; evalúa la satisfacción con las instituciones democráticas como forjadoras de bienestar futuro. Por el contrario, la felicidad personal es subjetiva, depende del estado emocional de la persona, de lo que ella considere para sí misma lo que es bueno. La felicidad personal no demanda del consenso democrático, demanda de la satisfacción individual, la cual puede o no coincidir con lo social. La felicidad social demanda del altruismo o del trabajo solidario para el logro del bienestar comunal. La felicidad individual centra su interés principalmente en el yo, por lo que es egoísta; el disfrute de lo particular o de grupo suele primar sobre el deber ser de lo exclusivamente social.
Bután ha sido el primer país en hablar del Índice Nacional de Felicidad (INF) en comparación al PIB. El INF de Bután mide incluso la gobernabilidad, lo que le resta poder a los intereses egoístas de los partidos y líderes políticos. ¿Qué tan felices son los ciudadanos con las obras de inversión pública realizadas o qué tan felices están los ciudadanos con el Gobierno? Desde esta experiencia, economistas como Stiglitz, Sen y Fitoussi (2008) han venido desarrollando nuevas métricas de bienestar social, las cuales han dado paso al Índice de Desarrollo Humano basado en la calidad de los servicios públicos y de la educación como formadora de las capacidades.
El INF de Bután evalúa a grandes rasgos:
En la Celebración sobre Ciudades Incluyentes Experiencias Novedosas del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy afirmó que los indicadores de felicidad como el uso del tiempo libre de las personas, el bienestar psicológico y la vitalidad comunitaria contribuirían a atender la descomposición social que viven actualmente algunas de nuestras ciudades, por lo que la felicidad sí es medible desde la percepción poblacional de la corrupción, el apoyo social entre los miembros de una vecindad, las expectativas de vida, los crecimientos del PIB per cápita, la generosidad y el disfrute de los recursos naturales (IMCO, 2011; Stiglitz, Sen y Fitoussi, 2008).
Basados en los anteriores conceptos de felicidad urbana, se ha diseñado un instrumento de encuesta que será aplicado en Quibdó, la ciudad capital del Chocó en Colombia. Quibdó está ubicada en una de las regiones de mayor riqueza forestal de Colombia. Incluye catorce resguardos indígenas y veintisiete corregimientos, donde viven 115.711 personas, el 32% del total del departamento. Dentro de la ciudad capital de Quibdó, el 88,5% es afrodescendiente, el 2,5% indígenas Emberá y Waunanas y el 9% mestizos, por lo general de cultura paisa (Alcaldía de Quibdó, 2017). El 65% de la población es urbana y el 35% restante es rural. La economía de la región es principalmente de minería industrial y artesanal, los principales productos agrícolas no exportables, son: yuca, plátano, banano, borojó, chontaduro, piña y lulo. En el área metropolitana de Quibdó se asienta la principal universidad de la región, Universidad Tecnológica del Chocó (Utech). No obstante, Quibdó carece de la gran y mediana industria; en el municipio priman la micro y pequeña empresa de servicios comerciales.
La población encuestada estuvo formada por estudiantes de undécimo grado de secundaria y estudiantes universitarios de últimos semestres de la Utech y de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP). La muestra estadística fue de doscientas cincuenta encuestas, para un nivel de confianza del 95% y un margen de error del 5%. Se diseñó un cuestionario de 44 preguntas clasificadas en tres variables:
P1: representa el conjunto de preguntas de caracterización demográfica, con un peso probabilístico de felicidad del 40%.
P2: es el conjunto de preguntas de satisfacción con los recursos y servicios municipales, con un peso probabilístico de felicidad del 30%.
P3: representa el conjunto de preguntas de satisfacción y pertinencia con la comunidad: con un peso probabilístico de felicidad del 30%.
Siguiendo el modelo de encuesta de felicidad establecido por el país de Bután, la investigación sobre la felicidad en Quibdó pretende demostrar la siguiente hipótesis: a mayor migración de la población joven de un municipio por falta de oportunidades para la autorrealización, menores son las posibilidades de desarrollo y crecimiento del municipio; mientras que, a menor migración de la población joven de un municipio por abundantes oportunidades para la autorrealización, mayores son las posibilidades de desarrollo y crecimiento del municipio.
La ecuación o función matemática para el cálculo estadístico de la felicidad intersubjetiva es la siguiente:
Felicidad = b P1 + αP2 + qP3
Los parámetros (b+α+q=1) representan el peso probabilístico de felicidad de la variable. P1 es el conjunto de preguntas sobre la caracterización demográfica con un b=0,4. P2 es el conjunto de preguntas que evalúan la satisfacción con los recursos y servicios municipales con un α=0,3. P3 es el conjunto de preguntas que evalúan la satisfacción y pertinencia con la comunidad con un q=0,3.
A través del conjunto de preguntas que evalúan la caracterización demográfica, P1 busca conocer qué bienes públicos y qué calidad de los mismos disfrutan los estudiantes para el logro de una vida digna. Ahí se evalúa el hacinamiento habitacional, el tipo de construcción de las paredes y pisos de la vivienda, como lo hace el Índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) en Colombia; lo que a su vez facilita el conocer qué nivel económico poseen las familias de los estudiantes de undécimo grado o de últimos semestres universitarios de dichas localidades o territorios. Finalmente, la caracterización demográfica evalúa qué programas públicos en subsidios y ayudas recibe los estudiantes y la familia para coadyuvarse económicamente a salir adelante; en otras palabras, para lograr su autorrealización y mejorar su futuro.
Acerca de la importancia de la familia y la comunidad en la felicidad de los individuos: la familia y la comunidad parecen tener más impacto en la felicidad de un individuo que el dinero y la salud. Las personas con familias fuertes que viven en comunidades que apoyan a sus miembros son significativamente más felices que las personas cuyas familias son disfuncionales y que nunca han encontrado una comunidad de la que formar parte (Noah, 2015, p. 418).
Esta es una afirmación que se vuelve importante para los gobiernos y las constituciones políticas de los países por cuanto declaran que “la familia es la célula de la sociedad”; es decir, la institución hacedora de comunidades, génesis de relaciones sociales y civiles placenteras para la construcción ética de la felicidad intersubjetiva. De esta manera, la felicidad no solo depende del disfrute de bienes comunes, sino también de las expectativas que como comunidad todos los ciudadanos poseen y desean juntos poder construir; de las relaciones que se entretejen entre individuo-familia-comunidad, pues por naturaleza el ser humano es un animal político, afirmó Aristóteles (citado en Gómez, 2004), por lo que su felicidad depende del concertar y el hacer conjunto.
P2 es el conjunto de preguntas que representan la satisfacción hacia los recursos y servicios municipales que disfruta la población joven de últimos semestres universitarios y adolescentes de undécimo grado encuestados. Se evalúa el nivel de satisfacción de los estudiantes con su familia, la vivienda, el vecindario, los recursos naturales, los espacios públicos para la movilidad –aceras peatonales, vías y señalización de vías–. Se evalúa la utilidad o satisfacción de los estudiantes con la formación académica recibida en la localidad; nivel de satisfacción que se toma de la percepción de los estudiantes sobre la utilidad de los estudios, la cual surge de la experiencia de éxito o fracaso, de otros jóvenes o adolescentes que terminaron estudios dentro de la misma institución o territorio –oportunidades o falta de nuevas fuentes laborales que han tenido amigos y vecinos en la región. En la variable “satisfacción hacia los recursos y servicios”, se toma en cuenta la satisfacción con respecto de los servicios públicos domiciliarios en su conjunto, incluidas la salud y la gestión del alcalde, como deber de cobertura de la administración pública; lo que valida las lógicas de la organización social y se vislumbran en los logros de una vida pacífica o de satisfacción con el vecindario.
P3 es el conjunto de preguntas que representan el reconocimiento y las relaciones de pertinencia con la comunidad. En esta variable se toma en cuenta qué tanto participa el joven universitario de últimos semestres y el adolescente de undécimo grado en el crecimiento y desarrollo de su comunidad. Según estudios de la conducta de comportamiento de Pemberton se reconoce la importancia de la comunidad en la satisfacción y felicidad subjetiva, de allí que investigaciones sobre la felicidad afirmen que esta no depende de condiciones objetivas, depende, más bien, de la correlación entre las condiciones objetivas y las expectativas subjetivas (Noah, 2015).
Entre esas expectativas subjetivas, también pueden incluirse: mejoras en el disfrute de servicios públicos de agua, mejores calles, aceras peatonales, servicios médicos, paseos en bicicleta, gimnasios vecinales, menos zozobra y mayor seguridad en el barrio. De ahí que en la variable “reconocimiento y las relaciones de pertinencia con la comunidad” se evalúe qué tanto ayuda al buen vivir comunitario a los estudiantes de undécimo grado y de últimos semestres universitarios, qué pertinencia tiene el estudiante con respecto a su entorno y cómo devuelven o agradecen los beneficios recibidos de su comunidad a través del pago de impuestos. Se evalúa el uso del tiempo libre que sirve a la construcción del proyecto de vida propio. A su vez, permite conocer si las instituciones de educación están cumpliendo con el deber social para el cual fueron creadas, es decir, de coadyuvar en la autorrealización de sus jóvenes y adolescentes.
A través de la variable “reconocimiento y las relaciones de pertinencia con la comunidad” se busca observar qué tanto sentido de pertenencia tiene el joven o el adolescente con su municipio y qué tanto pierde o recupera el territorio la inversión social hecha en sus jóvenes y adolescentes; es decir, qué tanto capital humano deja escapar o conserva la administración municipal, qué tan lejos o qué tan cerca puede estar el municipio de mejorar sus condiciones de desarrollo al retener su población joven. En otras palabras, si la felicidad es influida por las expectativas subjetivas, entonces qué hacen las administraciones locales en cuanto al uso de medios de comunicación y de propaganda para motivar los cambios de conducta de corresponsabilidad en la población joven y adolescente. La variable P3 evalúa dentro de las expectativas subjetivas ¿cuál es el personaje o la persona que más admira el joven y por qué? Cuya respuesta sirve para conocer cuáles son los valores sociales más importantes para los jóvenes y adolescentes encuestados. Finalmente, se presenta el siguiente punto: “Evalué de 1 a 5 qué tan feliz es usted”. El conjunto de respuestas permite conocer los valores que se aprenden e interiorizan a través de los ejemplos sociales.
Distribución poblacional. El total de estudiantes universitarios quibdoseños encuestados representa el 79%. El 21% restante obedece a estudiantes de último grado de secundaria. Se pretende evaluar qué tanta felicidad urbana disfrutan los habitantes afrodescendientes en su ciudad capital, una de las ciudades de mayor población y desarrollo dentro del departamento del Chocó.
Ante la pregunta ¿cuántas personas viven con el estudiante? Se encontró que el 58% de los estudiantes se concentra en núcleos familiares de tres a cinco personas, es decir que el 50% de los hogares están integrados por cuatro personas, un poco superior al nivel nacional que está entre dos y tres personas. De acuerdo al Figura 1, el 100% de los estudiantes de undécimo grado está entre los dieciséis y los diecinueve años de edad y el 72% de dicha población está entre los dieciséis y los diecisiete años. Es decir que se gradúan antes de completar la mayoría de edad. El 70% de los estudiantes universitarios está entre los veintidós y los treinta años de edad; el 30% restante es mayor de treinta años y estudia principalmente administración pública.
Figura 1. Edad promedio de los estudiantes universitarios
Fuente: Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) de la ESAP y del Grupo de Investigación Gobierno, Territorio y Cultura
Es de anotar, según los resultados de investigación, que en Quibdó hay más población femenina que masculina realizando estudios superiores en un 8%; lo que es muy positivo por cuanto muestra una gran transformación cultural dentro de la región afrodescendiente en equidad de género, igualdad de oportunidades e inclusión educativa. Máxime en una población en la que más del 70% de la población femenina son cabeza de hogar (Londoño, 2016).
De igual manera, el 55,2% de los estudiantes encuestados vive en casa propia, el 24,8% en casa arrendada y el 16% en viviendas familiares. La razón son las lejanías, los costos y la dificultad de transporte entre la ciudad capital afrodescendiente, municipios cercanos y corregimientos, principalmente para los estudiantes universitarios.
Satisfacción en el disfrute de los espacios públicos de la ciudad. Los jóvenes y adolescentes quibdoseños de últimos grados escolares y universitarios afirman que, si bien hay policías en la ciudad, no están satisfechos con su labor (ver Figura 2). No creen en la idoneidad de dichos funcionarios públicos, el 48,4% califica el servicio policial como regular, el 37,2% la califica como mala y solo el 9,2% como buena. En otras palabras, más del 75% de la población encuestada no cree que la ciudad cuente con verdadera seguridad y considera que la labor de dichos funcionarios es regular y mala.
Figura 2. Calidad de los servicios públicos sociales
Fuente: Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) de la ESAP y del grupo de Investigación Gobierno, Territorio y Cultura
La Figura 2 muestra que en Quibdó hay bibliotecas, pero no buenas bibliotecas, ya que el 52,4% las califica de regulares y malas, por carecer de buen material bibliográfico para consulta, de comodidad y calidad en la prestación del servicio, lo que se convierte en un factor negativo en la formación académica de bachilleres y profesionales de calidad; ya que les resta oportunidades y capacidades competitivas de aprendizaje. Este hecho es aún más negativo sí se suma a que el 65,6% de los estudiantes afirma estar insatisfechos con el servicio de Internet al calificarlo como regular y malo. La ausencia de buenas bibliotecas y el muy regular servicio de Internet son determinantes en la calidad de los servicios de formación y de autoformación dentro de las sociedades contemporáneas. Más aún cuando hay instituciones universitarias como la ESAP que ofrecen educación a distancia.
La investigación afirma que la ciudad capital afrodescendiente carece de buenos escenarios deportivos; el 82,4% los califica como regulares y malos (ver Figura 2). El escenario deportivo al aire libre de mayor uso está cerca al aeropuerto y es de construcción reciente, los demás escenarios carecen de adecuada infraestructura y de buenos equipos deportivos. Las principales fuentes de diversión con las que cuentan los jóvenes son: el Malecón del Atrato, el Paseo Peatonal de la Segunda, las plazas públicas, el Centro Recreacional Confachocó, la Cancha del Chipichipi y varias discotecas.
Si bien el municipio cuenta con vías pavimentadas, el 85,6% las califica como regulares y malas; en otras palabras, Quibdó no cuenta con buena calidad de las vías. Es más, el estudio afirma que carecen de señalización y de buenos espacios peatonales, lo que dificulta la movilidad para la seguridad peatonal; esto significa que las calles son una amenaza para el peatón en pleno centro de la ciudad, máxime para aquellas personas con movilidad reducida, de allí que el 84,8% de los estudiantes encuestados afirme que el servicio de control al tráfico vehicular es regular y malo (ver Figura 2).
Finalmente, el 92,4% de los estudiantes universitarios y de undécimo grado de la ciudad capital afrodescendiente afirma que el gobierno municipal es regular y malo. En otras palabras, los quibdoseños afirman no creer en su Gobierno ni en sus instituciones de seguridad policial; califican la gestión del alcalde como mala (entre1 y 2), lo que, a su vez, también puede implicar ausencia de construcción de políticas conjuntas Estado-sociedad para el buen gobierno o para la gobernabilidad (Rey, 2015).
Satisfacción en el disfrute de los servicios públicos básicos domiciliarios. Si bien la ciudad ofrece servicios básicos domiciliarios de energía eléctrica, gas, Internet, recolección de basuras y de televisión por cable, como lo muestra el Figura 3, estos servicios no son buenos, no satisfacen en calidad la demanda de su población.
La mitad de los estudiantes encuestados afirman carecer de los servicios de acueducto y de alcantarillado, ellos cubren sus necesidades de agua para consumo doméstico de la recolección de aguas lluvia. Pero la situación para los que habitan fuera del casco urbano es aún más precaria por la ausencia de centros médicos. De allí que uno de los tipos de enfermedades más atendidas en los centros médicos locales sean las concernientes al consumo de agua, tales como las diarreicas, según informes de la Contraloría General de la República (2016, 2017).
Figura 3. Calidad de los servicios públicos básicos
Fuente: Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) de la ESAP y del Grupo de Investigación Gobierno, Territorio y Cultura.
Según la investigación, la insatisfacción social con la calidad de los servicios básicos domiciliarios es muy generalizada, más de la mitad de la población los califica como regulares y malos. El 84,4% afirma que los servicios de acueducto y alcantarillado son regulares y malos. El 68% afirma que el servicio de recolección de basuras es regular y malo. Insatisfacciones que dejan ver gran inconformidad social por precarias condiciones de vida buena y digna mínima.
Sin embargo, el 78,4% de los estudiantes universitarios y de undécimo grado escolar afirma ser feliz, tiene la capacidad de sobreponerse a las adversidades y disfrutar de lo poco bueno que tiene, de allí que la principal razón de la felicidad de los estudiantes esté en las relaciones familiares y con el vecindario, lo que bien define a la cultura afrodescendiente de ser muy familiar y amistosa.
Otra de las razones de felicidad subjetiva es que más del 50% de los estudiantes afirma no conocer otras ciudades como Bogotá, Medellín y su área metropolitana. La ciudad capital afrodescendiente y municipios cercanos del departamento son las ciudades que se conocen y de ellas es Quibdó la mejor ciudad en calidad de vida.
Más del 50% de los quibdoseños califica la seguridad en el barrio como regular y mala, lo que se convierte en uno de los motivos de insatisfacción con respecto a la prestación de los servicios de seguridad policial de la figura 4. El disfrute de los recursos naturales, la atención en salud, los lugares de esparcimiento y la calidad de los servicios públicos de la vivienda son evaluados como regulares y malos en más de un 80% de los casos. Por todo lo anterior, los quibdoseños califican la gestión del alcalde y a la clase política como mala.
Menos del 8% de los quibdoseños califican como bueno y regular el progreso económico del municipio; en otras palabras, el 92% lo califica de malo o no responde. Estos hechos, en su conjunto, muestran bajos niveles de gobernabilidad para el bien común o para la construcción solidaria de la felicidad urbana. Incluso, una inmensa mayoría de los jóvenes no hace parte de los grupos sociales y comunitarios, pero sí es beneficiaria de algún programa de ayuda o de subsidio público (ver Figura 5). Los estudiantes, según los resultados de investigación, poco trabajan para la comunidad, no actúan solidariamente entre ellos para la construcción del bien común, no tienen la cultura del deber público solidario o del trabajo comunitario como contraprestación a los dineros públicos recibidos en su formación profesional, ellos piensan y actúan en el fortalecimiento de su bienestar personal e individual.
Figura 4. Nivel de satisfacción
Fuente: Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) de la ESAP y del Grupo de Investigación Gobierno, Territorio y Cultura
Figura 5. Beneficiarios
Fuente: Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) de la ESAP y del Grupo de Investigación Gobierno, Territorio y Cultura
Según estudios laborales sobre dignidad de género en Colombia de 2000 a 2013 (Muñoz, 2014), el desempleo informal en el departamento del Chocó es de los más altos registrados en todo el país, por encima del 54,6%; las pocas fuentes de empleo mejor pagadas, y por tanto las más disputadas, las ofrece la administración municipal, las oficinas bancarias, las escuelas, los centros médicos y las multinacionales mineras. A excepción de las multinacionales, las demás fuentes de empleo son usadas por la clase política para el pago de favores electorales, de allí que el empleo obedezca más al amparo político y no al mérito (Figura 6).
Los empleos más populares o de mayor demanda son la minería artesanal, la agricultura, el servicio de moto-taxi, el comercio formal e informal. La ausencia de grandes empresas, la carencia de buenos servicios públicos y de infraestructura vial dificultan los asentamientos de empresa y el progreso económico en la ciudad capital afrodescendiente (Muñoz, 2014).
Ante la pregunta “¿Posee usted un proyecto de vida?”, la respuesta mayoritaria fue “Sí”; entre los proyectos más frecuentes están: estudiar y terminar una carrera, vivir con la familia y casarse. Ante la pregunta “¿Abandonaría usted su municipio para realizar su proyecto de vida?” Un porcentaje muy alto del 50% no respondió, otros prefieren quedarse en su municipio y realizar allí su proyecto de vida (ver figura 6). A la pregunta “¿Qué hace usted en su tiempo libre?”, las respuestas de mayor frecuencia fueron: ver televisión, escuchar música, jugar fútbol o hacer deporte, dormir, disfrutar en familia y con amigos. Un segundo grupo de respuestas, con relativa frecuencia, fue leer y cuidar de los hijos. Llama la atención que un buen número de los estudiantes es casado, tanto en población joven de la UTECH como los adultos de la ESAP. Muy pocos de los estudiantes encuestados manifestaron tener actividades como estudiar guitarra o practicar una segunda lengua. Solo dos manifestaron trabajar con la Red Departamental de Mujeres, es decir, ser líderes sociales.
Figura 6. Proyecto de vida
Fuente: Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) de la ESAP y del Grupo de Investigación Gobierno, Territorio y Cultura
Muy al contrario de lo que sucede en Colombia con otras universidades, en Quibdó el 55% de los estudiantes son beneficiarios de algún programa de ayuda que otorga el Gobierno, incluso el 7% de los miembros de las familias que viven con los estudiantes es beneficiario hasta de tres programas, tales como: Más Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Unidad de Víctimas. Otros estudiantes son beneficiarios de otro tipo de ayudas tales como, Sisben, becas de estudio por ser población vulnerable o funcionarios públicos o de minorías étnicas otorgada por la institución u organizaciones internacionales (Figura 5).
Es decir que en la capital afrodescendiente prima la cultura de vivir de las ayudas del Estado y del subsidio, no las del emprendimiento o de la independencia económica, como lo corroboran estudios de investigación recientes de Muñoz (2017, 2018). Finalmente, ante la pregunta “¿Creé usted que en Colombia hay futuro?”, el 86% respondió “Sí”. Esa es la gran esperanza, el mayor valor moral que todos los quibdoseños poseen o esperan, pero no al que todos de manera solidaria se unen para alcanzar y defender como bien común fundamental.
¿Es la capital afrodescendiente feliz?, la investigación concluye que sí y no. En términos de felicidad subjetiva sí es feliz, ya que viven en el mejor municipio del Chocó y parecen no conocer otros o haber vivido allí. En términos de Wittgenstein (1922) “Las fronteras de mi lenguaje son las fronteras de mi universo” (s.p.), por lo que no es posible hablar de aquello que no se ha vivido o no se conoce.
No, porque en términos de felicidad intersubjetiva o de las condiciones sociales, políticas y económicas los quibdoseños carecen de calidad de vida en servicios públicos básicos como calidad del agua, de educación y de salud. Carecen también de bienes públicos sociales como museos, parques recreativos, bibliotecas, gimnasios públicos, centros lúdicos para la investigación y del emprendimiento. No tienen una ciudad para la gente, dada la falta de puentes peatonales, señalización de vías, buenas y suficientes autoridades de tránsito, aceras peatonales para videntes e invidentes o la movilidad reducida. No, porque carecen de buen gobierno, porque la democracia se construye con la inclusión social cada vez más amplia (no presente en el lugar), porque no existe cultura de la corresponsabilidad y de la solidaridad entre sus ciudadanos para construir el bien común, para hacer de Quibdó una ciudad para la gente y no para la economía extractiva de las clases políticas (Acemoglu y Robinson, 2012).
Agradecimientos.
La investigación contó con el apoyo de la Escuela Superior de Administración Pública ESAP, la Organización Internacional de las Migraciones OIM, la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos USAID y la Secretaria de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de la Alcaldía de Medellín, Colombia
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1 La Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia motiva la cultura del emprendimiento a través de programas radiales y de televisión como 100 empresarios, 100 historias de vida. Programa de grandes empresarios antioqueños que a pesar de haber nacido pobres llegaron a ser dueños de grandes empresas que dieron honra y prosperidad al departamento de Antioquia y sus gentes. En este orden de ideas están los programas de televisión Arriba mi barrio y Camino al barrio. En el primer semestre de 2018, la administración pública de Medellín lanzo el proyecto Las Tiendas de la Confianza, con el cual se intenta fomentar la honestidad en los negocios como valor fundamental para el crecimiento empresarial.
2 En el área metropolitana del Valle de Aburrá, los municipios de Itagüí y Sabaneta ofrecen a sus ciudadanos otros beneficios a la seguridad social, tales como los de la asesoría psicológica y de salud mental. La Secretaria de Salud de Itagüí ofrece asistencia en salud mental a familias con enfermos terminales; ayuda al enfermo terminal y a sus familiares en la aceptación del duelo y en el buen morir. El municipio de Sabaneta, desde la Secretaria de Participación e Inclusión Social, ofrece a los hijos de las parejas en proceso de divorcio capacitación psicológica; con ello, los municipios buscan reducir la drogadicción juvenil, la deserción escolar, el homicidio y la delincuencia juvenil.
Como citar (APA): Muñoz-Cardona, Á.E. (2018). La felicidad social: un deber hacia la felicidad intersubjetiva en el Chocó colombiano. Búsqueda, 5(20):88-108. DOI: https://doi.org/10.21892/01239813.394